
Cuando se impone el silencio, siempre nos queda el lenguaje de los símbolos. Eso ha sucedido hoy en el pleno de Arnedo, con notable enfado del señor alcalde-presidente.
Concejales socialistas de ésta (3) y la pasada (3) legislatura, a los que el director de la revista ARN, Javier Larrea, llevó a los tribunales con una querella criminal que el juez no admitió a trámite y que el Tribunal Superior ha confirmado, habían pedido al pleno vía moción, su respaldo y la exigencia al director de la revista de petición de disculpas y publicación de la sentencia en su revista en justa correspondencia con la difusión que dió de la querella.
Paco Ocón, Javier García y Ana Herce, actuales concejales afectados, debieron dejar el salón de plenos. La moción fue leía y me ha tocado justificar su presentación. Los concejales citados además de los ex-concejales Purificación Colina, Pedro Garrido y Lorenzo Martínez-Losa, recibieron el respaldo del concejal regionalista Jesús Gil de Gómez, además de con el sentido de su voto con la exposición que hizo de sus motivaciones. No sucedió lo mismo con los concejales del P.P. que votaron en contra, pero no es mi intención entrar en el fondo de la cuestión.
Quiero referirme a los silencios y los gestos.
A su regreso al salón de plenos, mi compañero Paco Ocón me pidió intervenir para hacer un ruego. Inmediatamente que mentó el tema el alcalde le retiró la palabra. Respondiendo que lo decía él, a la pregunta de mi compañero de si lo decía él ó el ROF por el que se rige el funcionamiento del pleno.
Tampoco desvelaré el sentido del ruego, que seguro mis compañeros harán público en rueda de prensa. Si diré que se sintieron muy molestos, cuando no frustrados, por no poder al menos expresarse en un órgano que le es própio y que debiera servir para más debate y menos sermones.
Mis compañeros atendieron, en silencio y con corrección, las respuestas que ofreció el portavoz del P.P. Manolo Soria a las preguntas realizadas por el grupo. Inmediatamente que tomó la palabra el alcalde, se levantaron y ausentaron del salón Paco Ocón y Ana Herce. Un gesto que molestó mucho al alcalde, que además intentó afearlo publicamente. Interrumpí , sin tener derecho a hacerlo (también me lo reprochó) para decirle que en justa correspondencia, si él no les había permitido expresarse, mis compañeros estaban en su derecho de no escucharle. No a su grupo, que si lo hicieron, sino a él como responsable del silencio.
Entendereis por tanto, queridos amigos, que si nos falta la palabra, todavía nos quedan los gestos y a veces, como es el caso, está bien usarlos.
Amigos y compañeros, feliz sentencia y aseguir ejerciendo el derecho de expresaros, aunque a algunos les moleste.